lunes, 8 de julio de 2013

Con punto de fuga / Septima parte Dos medialunas

- Un cortado, dosmedialunas - pidió el tipo ya sentado junto a la ventana.
- Yo una birra. La más barata y fría que tengas, por favor - pidió el tuerto del otro lado de la mesa.
- Ahí sale - dijo la mesera y se alejó.
 Consumieron todo lo que habían pedido recordando juegos de play uno y prometiéndose conseguirlos para volver a jugarlos, en cualquier aparato que pueda emular una play uno; ya haciéndose los boludos, sin decir que en realidad estaban pensando en reemplazar el fútbol de los domingos. Divagaron un par de añoranzas de esas hasta que vieron a un grandote atrás de la barra, con pinta de entendido.
 Sin decir nada se levantaron y le fueron al humo, talones de punta. El tipo preguntó, con voz segura, por la mujer con bombín; y cuando todavía estaba diciendo bombín el tuerto ya estaba preguntando por ese finito que no habla nunca.
 El grandote, panzón, ancho, con los puños tamaño corazón de vaca, reaccionó lento. Levantó la vista de un monitor que miraba. Dijo "están los dos" y mientras pronunciaba "dos" de atrás aparecía otro grandote, gemelo idéntico a él diciendo "en la cocina".
 Ambos se quedaron señalando una puerta a sus espaldas, con sus pulgares corte corcho de damajuana. El mismo recién llegado le dijo algo en el oído a su gemelo, tapándose la boca con la otra mano. Ahí el tipo vio que ambas remeras tenían un círculo en el centro del pecho del que salían sendas cuatro aspas, en distintas posiciones por cada remera.
 Cuando el primer molino entendió lo que había escuchado en su oreja, aún muy serio y lento, agregó
- Pasen, pasen.
 Levantó la entrada a la barra y les señaló la misma puerta otra vez, la puerta de la cocina.
 ¿Nos matarán ahí adentro? era una pregunta que barajaban entrando tan campantes ¿al nirvana o la boca del lobo? no lo sabían, pero no se preocupaban muy en serio, iban bastante tranquilos con zapato personal bajo el hombro. Decían que el tuerto era hábil tirador "donde pone el ojo, pone la bala" era una frase que muchos le aplicaban.
 Antes de mandarse, pararon las orejas y empezaron a sentir, premonitorio, un vasto océano sonoro, risas.
 Adentro la china y el mudito se tomaban una cerveza mirando videos de un cómico de estand-ap conocido, muy reiterativo, pero que arrancaba terribles explosiones a su hilarante auditorio yanqui.
- ¡Ahí va! - festejó el tuerto - yo esperaba encontrar una guillotina y un par de cadáveres irreconocibles. - declaró, y agarró un vaso casual y se sirvió casual cerveza.
 Hasta la noche ninguno salió de esa cocina salvo el tipo, que se fue del bar a media tarde, se llevó un nuevo bloc de hojas de una librería y volvió.
 Fue una tarde nostálgica en la que el tema de los videojuegos reavivó recuerdos arcaicos de muchas diversiones virtuales, menos complejas que las de hoy; pero más intensas, decían ellos. Parecían viejos los charlatanes.
  Igual de metido que todos en recordar, el tipo sentía que su día venía burlándose de él, como se burla la tele de la gente que come en los horarios oficiales, mirando la tele, y después anda hablando en facebook y en los ascensores, de lo que dice la tele, solo de lo que dice la tele. Atribuyó ese sentimiento a tanto pensar en ese policial casi de noticiero y tiró
- Chee... ¿y se acuerdan del Wonder Boy?

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