martes, 9 de septiembre de 2014

Cómo me moldeaste

 Julio 2014











 Vivir la espera como un proceso pasivo es una decisión, y no es una posibilidad lejana ni difícil la de transformar la espera en una nueva diosa. La espera, esa energía creadora. El manso lecho, el agua de esperar que más se calma en las caricias de la misma espera, y será la iniciativa encarnada cuando aparezca en el horizonte. Llegará de tierras desconocidas y la sabré reconocer cuando todavía sea un punto a lo lejos, en el río; sin nunca antes haberla visto adivinaré a la mujer que ahora mismo estoy moldeando, esa que es un sueño adentro de un sueño que todos, menos yo, han soñado.
 Y esperaré un poco más, solo para estar seguro de que su bote pasará flotando por la mitad del río a la altura de mi orilla (este río tiene un solo cauce), y recién ahora nadaré hasta vos y vernos a los ojos, para que me cuentes cómo fue, cómo me moldeaste entre las sombras, con el aire y la distancia. Para que me enseñes mi nombre, que desconozco, para enseñarte tu nombre, que no aprendiste a pronunciar.
 Respetarte entera, salvo cuando vos no quieras.
 Porque que tu libertad no me asuste no quiere decir que no me importes; es mi orgullo que vos crezcas.
 Por eso dormir poco y aburrirme a ratos en la espera no me angustia y ya lo he hecho, porque hoy cuando despierte, porque mañana, porque ayer. Vos estás latiendo.