lunes, 17 de junio de 2013

Con punto de fuga /Cuarta partecita

 A lo largo del primer pasillo le volvieron a la mente imágenes del choque.

 Al chocar el detective y su asistente no sufrieron lesiones mayores ni perdieron el conocimiento. Salieron del auto, volcado de costado, rompiendo el parabrisas, y se quedaron a la vera del camino, esperando que pasara alguien. Mientras a unos metros comenzaba a brotar del Ford T '35 un fuego inesperado, extrañamente frío, y hasta de tinte oscurecido. Ambos actuaron como si les pareciera normal.
 - ¿Qué fue esa luz?¿Un avión en plena ruta? - preguntó Durán, el conductor, el asistente de unos sesenta, o quizás cincuenta, pero su barba tupida y canosa lo avejentaba.
 - No lo sé - contestó Flaudegger, el detective perspicaz, que conservaba la expresión y atletismo de la primera hora a pesar de treinta y dos años de labor. Entre policías corruptos y criminales organizados se difundía, imprecando, el mito de su inmortalidad. Inclusive era difícil entender como Flaudegger; tan curioso y ávido conocedor de los más refinados métodos homicidas, continuaba con vida después de ganarse tantos enemigos.
 Pero él estaba focalizado, mirando la luz del fuego no pensaba en nada de eso, y le recordó a su compañero lo importante - Lo importante ahora es llegar al puerto antes del amanecer. Tenemos que agarrar a Durruti antes de que pueda tomarse el barco.

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